El duelo

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El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). Aunque convencionalmente se ha enfocado la respuesta emocional de la pérdida, el duelo también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en el comportamiento humano y que ha sido muy estudiado a lo largo de la historia.

Superar el duelo. Perder un ser querido provoca en todos nosotros una sensación de indefensión y vulnerabilidad que nos pone en desventaja para enfrentar las pequeñas cosas de todos los días. Cuando este efecto no se puede superar solo, se hace necesaria la ayuda de profesionales que saben encarar el problema y encontrar prontas soluciones para que la vida continúe.

En la actualidad hay muchas empresas que están ofreciendo como un servicio extra a su venta de servicios funerarios, el asesoramiento o ayuda en el duelo a los familiares de las personas fallecidas. Casi ninguna de estas empresas cobra o lo tienen como un servicio adicional para aumentar el flujo del negocio, pero lo hacen sobre todo como una medida de fidelización de las familias clientas para con la empresa funeraria.

Duelo y vulnerabilidad. La muerte nos coloca frente a la experiencia sobre la temporalidad de la vida. Desde nuestra cultura del bienestar, nos mantenemos en la sensación de que podemos controlarlo todo y que todo tiene un orden lógico. Pero la muerte-sobre todo cuando sucede de una manera repentina-deja una sensación de falta de control y de miedo en el doliente. Es como si los esquemas con los que entendíamos el mundo se desplomaran y ya no sirvieran. Cuando la muerte se vive de esta manera, deja una sensación de mucha vulnerabilidad en el doliente. Y esa sensación de vulnerabilidad trae consigo sensaciones de indefensión, parálisis vital o ansiedad. Y cuando todas estas sensaciones se arremolinan en el interior de la persona, surgen mecanismos básicos de la defensa.

Autoprotección frente al duelo. Cuando un animal es herido, su reacción instintiva es buscar protección, correr a refugiarse y, si se encuentra algún otro animal en esa huida, se defenderá atacando hasta llegar a la madriguera, donde podrá lamerse las heridas y reponerse. Compartimos con los animales este mecanismo básico, que, como todo mecanismo de defensa, tiene una función necesaria: en un primer momento nos lleva a buscar protección, a estar con nosotros mismos, a mantenernos un tanto al margen de los demás, permitiéndonos una escucha a lo que nos ocurre y poner atención en el dolor.
Eso nos permite afrontar y asimilar ese dolor, esa herida, y permitir que se cure y se cicatrice. Sin embargo, cuando las sensaciones se perciben como invasivas y desbordantes, y el mecanismo que en un principio ayudaba, se vuelve la única manera de afrontar la realidad, la soledad y la sensación de incapacidad comienzan a hacer mella.

Miedo e indefensión ante la pérdida. Este es el comienzo de un círculo en el que nos metemos y del que siempre cuesta salir. El miedo hace que nos sintamos indefensos, la indefensión hace que nos creamos más pequeños y menos capaces y vemos cada vez más preocupante nuestra situación, la vida y el mundo, de tal manera que respondemos a la defensiva y eso nos conduce a una sensación de soledad. Por supuesto que este esquema es muy básico y la experiencia humana es mucho más compleja y rica. Sin embargo, puede ser de ayuda para identificar cuáles son los bloqueos, que nombre les pondríamos y como se siente. Para cada doliente su proceso tiene un tinte distinto y una parte de la clave para elaborar el duelo es adentrarse en las sensaciones únicas de cada uno. Lo habitual, sin embargo, es que se busque el desbloqueo frente a todas las sensaciones y sentimientos que hemos nombrado. Pero, para cada doliente es diferente, en algún momento cada uno deberá pararse a atender todo eso que acontece en su interior.

Buscar acompañamiento en el duelo. Cuando las personas sienten que el interior se desborda, que está bloqueado y no saben por dónde salir, es el momento de pedir ayuda. Para enfrentarnos a según qué emociones y experiencias, necesitamos de otro que nos acompañe y valide lo que estamos viviendo, o simplemente que esté a nuestro lado. Aquí es donde entra el rol del director funerario y ese es el momento en que desearemos tener un producto listo para cubrir esta necesidad emergente. En el entorno, a menudo hay familiares o amigos a quien se puede recurrir en estos casos y que poseen una sensibilidad especial para acompañarnos, ya sea porque ya han atravesado experiencias parecidas o porque el doliente siente que son especialmente empáticos y comprensivos con lo que les ocurre. Es entonces el momento de que estas personas piensen que en la funeraria donde se contrató el servicio, puede encontrar una solución a su necesidad.

El bloqueo en el duelo. Por otro lado, cuando ha llegado un punto en que nos sentimos especialmente bloqueados, completamente desbordados o incapaces frente a eso que experimentamos, entonces es momento de pedir ayuda profesional. Cada persona debe ir descubriendo cuáles son sus senderos de elaboración y que detalles o grandes acciones les ayudan. Entonces no solo se abren dos posibilidades, sino múltiples posibilidades. En ese abanico de opciones que se abren es donde tenemos que estar presentes para que los dolientes tengan a la funeraria como una alternativa. Y, en cualquier caso, todo empieza prestando atención a como nos sentimos, restableciendo el canal de comunicación con nuestro interior y desde ahí, encontrando cual es el camino de búsqueda interior adecuado para cada uno.